Cuando el Libertador Simón Bolívar arribó por primera vez a Huancayo, la tarde del 13 de agosto de 1824, siete días después de triunfar en la Batalla de Junín, y luego de recorrer los pueblos del valle del Mantaro, en contraste con Jauja, vio en Huancayo una ciudad rebosante de casonas “exquisitamente blanqueadas, casi todas de dos plantas, con balcones corridos de madera tallada”, describiría el historiador Waldemar Espinoza Soriano.
A más de doscientos años de esta memorable visita, no cabe duda que la fisonomía urbanística de Huancayo ha ido cambiando drásticamente, por su naturaleza eminentemente comercial y su crecimiento desordenado, teniendo como consecuencia la modificación de las casas o, en el peor de los casos, su demolición, construidas por la clase criolla y pudiente de la ciudad.
La Casa Piélago, donde Ramón Castilla decretó la abolición de la esclavitud, fue demolida en los años 60’ para la ampliación de la Plaza Constitución; misma suerte corrió la vivienda que se encontraba entre las esquinas de la calle Real y el jirón Puno, donde funciona ahora un centro comercial, y actualmente queda solo como cascarón la hermosa casa ubicada en la avenida Giráldez, donde funciona una sala de tragamonedas.
La lista de casonas demolidas es amplia; algunas que siguen en pie vienen siendo arrasadas por incendios preconcebidos, por las intensas lluvias o la indiferencia de las instituciones encargadas de preservar el patrimonio histórico inmueble de la ciudad, como el Ministerio de Cultura. La Municipalidad Provincial de Huancayo está exenta de aquella responsabilidad.
Este avance brutal, nunca ha sido frenado pese a que, desde enero de 1989, se declaró Zona Monumental a la zona céntrica de Huancayo. Las diversas gestiones de los directores regionales de cultura, poco o nada han hecho para que nuestro patrimonio inmueble se mantenga y se convierta en atractivo turístico, solo han mostrado pasividad con silencios cómplices y sanciones irrisorias.
No es exagerado decir que Huancayo se está convirtiendo en un moridero de casas, que son como enfermos terminales que ven sin decoro cómo son carcomidos desde sus interiores, con fachadas cayéndose a pedazos, sin que se propongan verdaderas acciones para remediar esta situación que pareciera no tener fin.
Como lo informó 7 Días, luego de varios meses de procesos administrativos, la Dirección General de Defensa del Patrimonio Cultural, órgano del Ministerio de Cultura, ha sancionado, entre otras personas, al conocido empresario Arnoldo Mallma, quien además pretende ser autoridad regional, por construir un edificio detrás de la casona donde nació el gran poeta huancaíno Juan Parra del Riego. También se le ha conminado a demoler seis de los siete pisos que tiene la construcción.
El edificio, que se encuentra literalmente encima de una emblemática casona, y que ha sido construido en las narices de las autoridades y contraviniendo las normas, es un símbolo del atropello a la memoria histórica y urbanística de nuestra ciudad, cuyo ritmo acelerado de demoliciones del patrimonio inmueble, nos hace repensar si realmente Huancayo tiene una Zona Monumental como tal, o hasta cuándo la tendrá.
Jaime Bravo