Los movimientos regionales solitos se declararon muertos

Cuando el ejército rojo tomaba Berlín, en la fase final de la Segunda Guerra Mundial, Adolf Hitler avizorando una inminente derrota decidió acabar su vida con un disparo en la boca, poco después hicieron lo propio varios de sus fieles generales. Allí acabó definitivamente el irracional sueño nacista de mil años para el Tercer Reich. Enhorabuena.

Algo parecido, aunque no con elementos bélicos ni holocaustos, ocurrió en nuestro país desde mayo pasado cuando el Congreso votó en mayoría, con 92 votos, a favor de la reforma constitucional que elimina los movimientos regionales; y pese a que queda aun una segunda votación, muchos de ellos, o tal vez todos, se expidieron solitos su certificado de defunción.

Seguramente la totalidad de estos movimientos, como es conocido, enarbolaban frases de lucha incansable por el ciudadano, y de esfuerzo extremo por el bienestar común y cosas así; pero no fueron capaces de luchar por su propia existencia, no mostraron un mínimo esfuerzo por hacerle frente a este Congreso que con una actitud leonina busca la extinción de estos grupos políticos regionales.

Desde aquel mayo, los movimientos regionales comenzaron a suicidarse uno a uno, avizorando una inminente derrota en medio de una guerra que prefirieron no pelear. Ese mismo día muchos comenzaron a saltar por la borda abandonando sus convicciones, lealtades, sueños de futuro mejor, y hasta sus recursos para anclarse en algunos de los partidos políticos nacionales, a quienes este Congreso los empodera.

Los integrantes de los movimientos regionales renunciaron en masa, desde el líder más encumbrado hasta el último afiliado que solo es usado para llevar las banderitas y repartir volantes. Todos se dieron por muertos. Obvio, quedó evidencia de que aquellos afiliados no buscaban jamás construir ideología, sino solo tener una vitrina donde exhibirse para ser elegido.

De aquí a pocas horas, los congresistas que necesitan 87 votos en segunda votación solo les cantarán los santos óleos para extinguirlos totalmente. Total, al final de cuentas a estas alturas ya solo les queda el nombre.